ILIÁ ILF Y EVGUENI PETROV (POR TODO LO GRANDE)


Grandes satíricos de la literatura rusa contemporánea, se han hecho famosos por las obras que han publicado en común. Iliá Ilf es el seudónimo de Iliá Arnóldovich FRANZILBERG (1897-1937), natural de Odesa, nacido en el seno de una familia de empleados. Periodista de profesión, empezó a publicar breves relatos satíricos desde 1918. Evgueni Petrov es el seudónimo de Evgueni Petróvich KATAIEV (1903.1942), también natural de Odesa - su padre era maestro de escuela- y periodista. La primera obra importante escrita por Ilf y Petro fue "Las doce sillas" (1927), historia de dos rufianes que recorren el país en busca de unos diamantes escondidos por una vieja dama en el tapizado de una silla. Sigue a la "Las doce sillas" otra importante novela: "El becerro de oro" (1931), en la que uno de los rufianes de la primera novela, en compañía de otros tres, va a la caza de un millón de rublos. La trama de las novelas, les sirve de motivo para presentar una auténtica galería de personajes cuya actualidad no se perderá en el transcurso de muchos años. En "La América de un solo piso" (1936) recogen sus impresiones de viaje por los Estados Unidos. Además de estas tres obras importantes, Ilf y Petrov escribieron numerosos cuentos y relatos breves, satíricos, entre los que se cuentan "Cómo debía escribirse Robinson" (1933). "Descanso en el parque" (1933) y "Por todo lo grande" (1934). Muerto Ilf, Petrov continuó su actividad literaria como ensayista, dramaturgo y guionista de cine. Pereció en 1942 al evacuar de Sebastopol, ciudad asediada por el ejército hitleriano.

Semión Semiónovich, jefe de la empresa, estaba sentado ante una enorme mesa escritorio de madera de roble, con tallas de pájaros y racimos de uvas. Enfrente, de pie, tenía al administrador, con sus pantalones de montar y polainas amarillas al estilo de los soldados de caballería. No se sabe por qué razón, los administradores gustan de cubrir sus cuerpos civiles con uniformes semimilitares, como si su actividad estribara en jinetear y blandir el sable en vez de contar pacíficamente bombillas eléctricas y clavar numeritos de cobre a sillas y armarios cuando hacen inventario.

-Supongo que está claro, camarada Koshachi1 - decía
Semión Semiónovich entusiasmado; compre salmón, mejor aún sin espina, y además pernil, longaniza, queso y algunas conservas caras.

-¿Boquerones?

-¡Usted siempre el mismo, camarada Koshachi! ¡Boquerones! ¿Por qué no propone calabacines rellenos o judías con pata de cerdo? En su último banquete, el Combinado del Caucho sirvió conservas de hígado de lamprea, y usted viene con boquerones. De ningún modo. Compre cangrejos. Anote: veinte latas de cangrejos.

El administrador sintió tentaciones de replicar, e incluso abrió la boca, mas no dijo nada y tomó nota.

-Veinte latas de cangrejos - repitió Semiónovich - y cinco kilos de caviar granuloso.

-¿No será mucho? La última vez servimos tres kilos y fue más que suficiente.

-A usted le pareció suficiente, pero... a mí me pareció que era poco. Lo observé.

-Es a cuarenta rublos el kilo - añadió acongojado el administrador.
-¿Qué significa esto?
-Significa que sólo el caviar nos costará doscientos rublos.
-Ya hace tiempo que quería decirle, camarada Koshachi, que usted es un hombre de pocos vuelos. Si organizamos un banquete, que sea un banquete de verdad. Con entremeses, un plato caliente e incluso dos, helado y fruta.
-¿Por qué tan a lo grande? -murmuró Koshachi-. No niego, es verdad, que hemos cumplido el plan mensual. ¿Acaso es poco? Además, la semana pasada ya tuvimos un banquete para festejar los cincuenta años del gerente.
-La verdad es que no le comprendo, camarada Koshachi. Perdone mi franqueza,pero es usted un hombre enfermo de avaricia. A ver, dónde estamos: ¿en alguna tenducha de mala muerte? ¿O tenemos algún comercio privado? Además - prosiguió
Semión Semiónovich -, compre vajilla decente, pues lo que usted nos pone en la mesa para servir la comida ya no tiene nombre: platos de distintos calibres, copitas de diferentes tamaños, y la última vez bebimos el vino en tazas. ¿Comprende lo que esto significa?

-Lo comprendo.

-Si lo comprende, vaya usted a una tienda de reventa y adquiera usted lo que haga falta. Así no podemos seguir.

-En las tiendas de reventa todo es muy caro,
Semión Semiónovich. Ya sabe que no podemos extralimitarnos del presupuesto.

-Sé mejor que usted lo del presupuesto. No somos nos ladronzuelos ni unos despilfarradores, no vamos a meternos el salmón en la manga para llevarlo a casa. ¿Pero a santo de qué hacer el pobre? Nuestra empresa no es de las que cierra el balance con pérdidas. Si organizamos una cena de camaradería, que sea una verdadera cena. Hay que contratar un jazz, hacer venir artistas y no a ese coro de Tambóv, o como se llame...

-Se llama conjunto lírico -aclaró el administrador con voz ronca.

-Ese, ése... No hay que volver a llamar a esos bandurristas. Contrate a un buen artista que nos cante algo que valga le pena, como "Ea la nana nanita ea, duérmete lucerito, que ya clarea".

-¡Pero un artista de tal categoría - replicó Kosachi con voz quebrada - nos va a costar los ojos de la cara!
-¡Qué hombre más raro es usted, palabra de honor! ¿Se trata acaso de los ojos de su cara? Además, no nos costará los dos ojos de la cara, sino uno solo. Para nuestro presupuesto de millones esto no tiene ninguna importancia.
-Habrá que llamar un taxi para el artista - balbuceó afligido el administrador.

Semión Semiónovich miró atentamente a su interlocutor, dijo con reconcentrada expresión:

-Perdone, camarada
Kosachi, pero usted es sencillamente un roñoso. Un tacaño de tomo y lomo. No se ofrenda por mis palabras, pero es usted un tipo como los que se describen en la literatura. ¿Usted tiene la mala costumbre de llevar siempre la contraria. Usted es un Pliushkin, y basta. Incluso mi sustituto se queja de su absurda avaricia pequeño-burguesa. Todavía no ha sido usted capaz de comprarle buenos muebles para el despacho.

-Los muebles que tiene son excelentes - repuso sombrío
Kosachi -. Es cuanto hace falta para el trabajo: seis sillas suecas, una mes
a escritorio, otra mesita pequeña, un jarro para agua, un cenicero de bronce configura de perro y un hermoso diván nuevo tapizado de hule.

-¡Tapizado de hule! -gimió
Semión Semiónovich -. Mañana mismo le comprará usted muebles tapizados de cuero. ¿Me oye? Vaya a la tienda de reventa.

-Un diván de cuero,
Kosachi , cuesta quince mil.

-Otra vez el dinero. Da grima escucharle. ¿Somos unos pordioseros, acaso? Hay que vivir a lo grande, camarada
Kosachi. Hay que ver las cosas, camarada
Kosachi, con una perspectiva de mayor alcance, con envergadura socialista, con altos vuelos, ¿ha comprendido?

El administrador escondió en el bolsillo la cinta métrica que hacía girar en las manos y salió del despacho con leve crujir de polainas.

Por la noche, después de tomar el té,
Semión Semiónovich, con cara de pocos amigos, escuchaba a su mujer que estaba escribiendo algo en un papel y decía alegremente:

-resultará muy bien y costará poco dinero. Cuatro botellas de vino, un litro de vodka, dos latas de anchoas, trescientos gramos de salmón sin espina, y salchichón. Luego prepararé una ensalada de primavera con pepinos frescos y pondré a hervir un kilo de salchichas.
-¡Viva la Pepa!
-¿Dices algo?
-Digo que "Viva la Pepa".
-¿Alguna cosa te parece mal? - preguntó la mujer, inquietándose.
-Alguna cosita - respondió
Semión Semiónovich -. Me parece mal, por ejemplo, que cada pepino cueste un rublo quince kopeks.

-Perola ensalada no lleva más que dos pepinos.

-Sí, sí. Pepinos, salmón sin espina, anchoas. ¿Sabes a cuánto subirá la broma?

-No te comprendo,
Semión Semiónovich. Es el día de mi santo, tendremos invitados, hace tres años que no hemos organizado ninguna fiesta en casa, y nosotros vamos siempre a las fiestas que los demás celebran. Hasta sería violento.

-¿Por qué, violento?

-Porque sería incorrecto.

_Está bien - respondió
Semión Semiónovich, taciturno -.

A ver la lista. Mira, borraremos todos. Queda... En realidad no queda nada. Ya verás. Vas a comprar, Katia... Compra, Katia, una botella de vodka y ciento cincuenta gramos de arenques. Nada más.

-No, Semión. Es imposible.

-Es perfectamente posible. Todo el mundo te dirá que el arenque es un bocado clásico. Hasta en la literatura se dice. Lo he leído.

-Semión, esto es una vergüenza.

-Bueno, bueno. En todo caso, compra, además, una lata de boquerones. Pero no de Leningrado, sino de Tula. Aunque más baratos, son más nutritivos.

-¡Ni que fuéramos unos pordioseros! - exclamó la mujer, gritando.

-Hemos de organizar nuestra vida sobre la base de una rigurosa economía y gastando racionalmente cada kopek - repuso gravemente
Semión Semiónovich.

-Cobras mil rublos al mes. ¿A santo de qué hacer el pobre?

-Katia, no soy un ladronzuelo ni un despilfarrador, y no estoy obligado as dar de comer a una caterva de amigos voraces con el dinero que me gano trabajando.

-¡Qué asco!

-No quiero tomar en consideración tu alfilerazo. En mi casas existe un presupuesto y no tengo ningún derecho a extralimitarme. ¿Comprendes? ¡No tengo ningún derecho!

-¿De dónde habrá salido semejante roñoso? - exclamó la mujer, dirigiéndose a las paredes.

-Ríñeme, ríñeme - prosiguió
Semión Semiónovich -. pero te advierto que impondré inexorablemente disciplina económica, por más que hables.

-Hablo y hablaré - gritó ella-. Kolia va con los zapatos rotos hace más de un mes.

-¿A qué viene ahora hablar de Kolia?

-Pues viene a que Kolia es hijo nuestro.

_Está bien, está bien. ¡No grites! Con el tiempo le compraremos botas a este pirata. ¿Qué más nos hace falta? ¡Dilo ya de una vez! ¿Quizá necesitamos un piano o un arpa?

-Déjate de arpas,pero lo que sí necesitamos es un taburete para la cocina.

-¡Un taburete! -chilló
Semión Semiónovich -. ¿Para qué? Si te parece, cómprate para la cocina muebles tapizados de cuero. Total, sólo cuestan quince mil rublos. No, Katia, no. He de poner orden encasa.

Aún estuvo mucho rato explicando a su mujer que ya era hora de acabar con los gastos absurdos, con los festines, con tales malversaciones y con el despilfarro del Kopek socialista.

Durmió como un tronco.



1. Literalmente: "Gatuno" (N. del T.)

1934

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